¿Cómo aprendemos de un error?

Por Asun Ibáñez

A mis estudiantes de las asignaturas que tienen que ver con la innovación y el emprendimiento les hablo del éxito y del fracaso. Definimos el fracaso como la no consecución de unos objetivos establecidos que, muchas veces (sobre todo en determinadas culturas como la nuestra), va emparejada con una emoción, no justificada, de “culpa”. Lo primero que hago es intentar que se desprendan de esa emocionalidad negativa explicándoles que el “fracaso” no es tal, si de ello extraigo un aprendizaje y, sobre todo, si puedo estar orgullosx de la persona íntegra que sigo siendo tras la acción que me ha llevado a tener esos resultados, sean cuales sean los mismos. Solemos debatir que no vale el éxito a costa de cualquier cosa, sino que son preferibles las lecciones que extraemos del supuesto “fracaso”, y que por lo tanto, es mucho más enriquecedor “fracasar” que tener éxito, siempre y cuando seamos capaces de extraer aprendizajes de dicha experiencia, para seguir desarrollando la mejor versión de nosotrxs mismxs.

En este post no voy a hablar sobre el éxito y el fracaso. Tampoco quiero estar entrecomillando continuamente la palabra fracaso para desprenderla de la posible emoción negativa que el/la lector/a pudiera asignarle automática e inconscientemente. Por ello, cambiaré la palabra “fracaso” por “error”. Todxs cometemos errores. Yo, la primera. Y muchos de nuestros errores tienen consecuencias sobre tercerxs. Me quiero centrar en éstos.

Ejemplos triviales que seguro que todxs reconocéis. En mi caso, estos dos, son reales:

  1. Dato objetivo: he llegado tarde + Acción: “lo siento, es que…”
  2. Dato objetivo: me apunté a un taller y no aparezco + Acción: “disculpa, es que…, otra vez será”

La verdad es que no podemos decir que nadie haya dejado de pedir disculpas por, cuando menos, faltas de respeto en las que se ha incurrido por llegar tarde o ni siquiera aparecer (con todas las repercusiones que eso tiene en la organización de la actividad en cuestión y las personas que participan en la misma). Pero… ¿es suficiente con eso? Pues no, claramente, no. 

Si he cometido un error y quiero aprender de él, no basta con confesarlo y arrepentirme pidiendo perdón. A veces, tengo la sensación de que, de manera creciente, las personas pedimos perdón a la ligera pensando que ser perdonadx es un derecho, cuando en realidad, el perdón es algo que debemos pedir sin esperar que se nos conceda. Porque el perdón se da. Es un acto de amor y es un compromiso entre la persona que lo pide y la que lo da. Como dice Javier Dale en el País, citando al catedrático de Filosofía de la Universidad de Madrid, José Luis Villacañas: “perdonar es, ante todo, una promesa de olvido a cambio de una promesa de no reincidencia”, “tiene que ser excepcional, porque implica el rigor moral de no tolerar una ofensa indefinidamente», si no, sería un perdón “imperfecto y continuista”, una excusa para permitir que se siga ofendiendo.

Fuente

Las cosas no se solucionan únicamente pidiendo perdón. También hay que reparar el daño cometido, más allá de pagar la sanción correspondiente. Javier afirma que “si no se piensa reparar el daño y cambiar”, pedir perdón “sólo se hace para sentirse bien”. Y yo añadiría a esta reflexión, para sentirse bien con unx mismx, y no para con la persona a la que le debemos entregar nuestro arrepentimiento. El autor nos anima a preguntarnos si estamos dispuestxs a reparar el daño causado y, si la respuesta a la pregunta anterior es un no, el perdón carecerá de sentido porque, como indica citando a Cristina Martínez, psicóloga colegiada y vicepresidenta de la Sección de Alternativas a la Resolución de Conflictos del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña: “Si no hay honestidad en el acto y no se asume una responsabilidad, resulta insuficiente para restablecer la confianza». 

Entonces ¿cómo deberíamos proceder una vez que cometemos un error que tiene repercusiones sobre tercerxs? 

  • Haciendo una reflexión en solitario y de manera serena y pausada sobre el error y la razón que me ha llevado a cometerlo. Esa razón no es la excusa que busco fuera de mí, sino una sincera autocrítica de por qué me he comportado así. Ponemos consciencia.
  • Arrepintiéndome sinceramente de mi comportamiento. El catolicismo llama a esto “contrición del corazón”. La palabra contrición viene de “contritio” que significa “dolor por haber pecado”. Esto puede sonar muy rimbombante, pero no se trata más que de sentir tristeza y pesar por el error cometido y sus consecuencias y repercusiones sobre tercerxs, no por las consecuencias que los posibles castigos o sanciones puedan acarrearme a mí.
  • Aceptando el error cometido y reconociendo lo que no he hecho bien. Esto sería lo que llamamos “confesión” y supone tener capacidad de autocrítica y no buscar excusas (“es que”s) y/o responsables fuera. Esta confesión debe ser completa, humilde, sincera y verdadera, sin ocultar, sin disimular, sin rodeos y sin “enredar” tratando de justificarme.
  • Haciendo propósito de enmienda. Es decir, he de tener el convencimiento de querer corregir mi conducta. Es una resolución firme de no repetir la misma conducta que me ha llevado a cometer el error. No significa que no vaya a volver a fallar, sino que estoy resueltx a hacer lo que esté en mis manos para que no vuelva a suceder. El propósito no tiene por qué enunciarse en negativo, “no volveré a”, sino también en positivo, “haré X” (no es sólo para “no caer”, sino para saber qué hacer para reforzar mis fortalezas). Y si volvemos a caer, nos levantamos con humildad. El aprendizaje y crecimiento personal es un maratón y nadie dijo que fuese fácil. Hacer propósito de enmienda supone que estoy dispuestx a evitar el error y las ocasiones que me llevan a él porque, para ganar algunas batallas, lo mejor es evitarlas. 
  • Cumpliendo la sanción. Me hago responsable de las consecuencias de mis actos y acepto las sanciones que ellas implican. Esto es una manera más de mostrar mi compromiso pleno con el proceso completo del perdón que estoy pidiendo. Y, a veces, la sanción no es suficiente y yo mismx realizo un acto adicional de reparación con la paz de saber que con ello estoy compensando, por lo menos en parte, el error cometido.

Así, pedir perdón deja de ser un acto vacío de significado hecho a la ligera en el convencimiento de que, con eso, todo se arregla. Y, lo más importante, hecho todo esto, podemos sentirnos satisfechxs y sabedorxs de que hemos dado un paso más en ese largo proceso que es nuestro crecimiento personal para convertirnos en personas íntegras, incluso aunque la persona ofendida no nos perdone.

Imagen de Konevi en Pixabay

Moraleja: La moraleja nos ha deja Ruth Aristondo, recordando un refrán japonés que cuenta que las espigas de arroz, cuando tienen grano, inclinan la cabeza, y las que no tienen nada, permanecen erectas haciendo referencia a la inclinación del que pide perdón ante la persona agredida (más información).

Photo by Daniela Holzer on Unsplash

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7 Respuestas

  1. ¡Un artículo maravilloso, gracias! Estoy de acuerdo con todo lo escrito. El perdón es algo muy difícil, especialmente cuando se abusa de él, con la esperanza de que perdonarás la próxima vez y a los que lo siguen. De hecho, es muy importante analizar nuestras acciones, especialmente cuando traemos dolor a los demás, y ser firmes en nuestra intención de nunca repetir los errores que cometimos. Trabajar en uno mismo es muy importante y no es fácil, por lo que muchos no quieren gastarlo en sí mismos, temiendo las consecuencias, aunque la responsabilidad recae solo en ellos, como se dice, por ejemplo, en esta cita: «Vivimos un tiempo de oportunidades sin precedente: si Alguien tiene ambiciones e inteligencia, puede llegar a alcanzar reconocimiento en el área profesional u ocupacional que haya elegido … Pero esta oportunidad también implica implicación. Hoy día, las empresas no controlan las carreras de aj o debutar debut de sodo mébad de susembad propio Pdg. Es el propio trabajador que tiene la responsabilidad de elegir las líneas de capacitación que mejor le convienen, así como de encontrar un lugar conveniente o nicho donde desarrollar sus actividades laborales, y así como de decidir cuándo es el momento de cambiar su trayectoria ocupacional, para poder ser productivo y generar ingresos durante su vida profesional activa, la duración aproximada de cuarenta y cinco o cincuenta años «. https://es.wikipedia.org/wiki/Desarrollo_personal Gracias por todo!

  2. dowdylung dice:

    De hecho, es muy importante analizar nuestras acciones, especialmente cuando traemos dolor a los demás, y ser firmes en nuestra happy wheels intención de nunca repetir los errores que cometimos.

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