El futuro ya no es lo que era

Desde los meses de verano estamos asistiendo a un debate en medios analógicos y digitales que viene produciéndose en torno al emprendizaje: José Ignacio Goirigolzarri desde su blog y José Luis Larrea, Juan Urrutia y Andrés Arizkorreta desde la prensa plantean, desde ángulos complementarios, la conveniencia y las condiciones adecuadas para fomentar que “[…] toda aquella persona que quiera asumir los riesgos de creación de una empresa, con un proyecto plausible, tenga acceso a las herramientas y financiación para llevarlo a la práctica”, en palabras de Goirigolzarri. Coincide con una inquietud pública que, al menos en nuestro entorno cercano, se cristaliza en afirmaciones como la Declaración de Barakaldo.

Arizkorreta y Urrutia contextualizan acertadamente el tema: el mundo ha cambiado y los nuevos proyectos deben plantearse desde una lógica global y con la determinación de aprovechar oportunidades y recursos a nivel global. Una lógica que requiere de una nueva generación de líderes, una nueva generación de jóvenes innovadores y dispuestos a emprender en un nuevo modelo productivo basado en la innovación como hábito. Está claro que, como señala Heinz Zourek, Director General de la DG Enterprise & Industry de la Comisión Europea, “No hay innovación sin emprendimientos”. A la hora de fomentarlo, como indica Larrea, no faltan nuevas estructuras que conformen el entorno o el ambiente propicio  que él denomina “ecosistema” sino hacer más eficientes las que ya existen, fundamentalmente a través de la cooperación entre los diferentes agentes que toman parte en la cadena de valor del propio proceso de apoyo al emprendedor.

En el desarrollo de este debate creemos necesario sacar a la palestra la figura del propio emprendedor como protagonista del proceso emprendedor, en tanto que somos las personas quienes tenemos las competencias, actitudes, valores y emociones de las que surge la intención y el comportamiento emprendedor. La nueva generación de emprendedores apuntada por Arizkorreta y Urrutia es la que se está formando actualmente. Se trata pues de analizar el contexto en el que estos futuros líderes se están formando y proponer iniciativas que permitan incorporar a un mayor número de ellos en la acción emprendedora.

Un primer acercamiento nos alerta de que el punto de partida no es excesivamente halagüeño: Por un lado, como se extrae de uno de los más recientes estudios de la Fundación COTEC, la innovación no parece ser una de las prioridades de los jóvenes en lo que a su perfil profesional se refiere. Por otro lado, como indican los datos educativos citados por Goirigolzarri en uno de sus artículos, el rendimiento promedio de los estudiantes en la universidad española es muy pobre.

Desde nuestra experiencia de seis años en el Proyecto iNNoVaNDiS de la Universidad de Deusto, hemos constatado que a pesar de que una mayoría amplia de los estudiantes de Grado declaran sentirse atraídos por poner en marcha una nueva aventura empresarial, al acabar sus estudios es ínfimo el porcentaje de los que lo hacen realmente, y la práctica totalidad eligen incorporarse al mundo profesional como asalariados por cuenta ajena.

Llegados a este punto la pregunta es obvia: ¿Nos encontramos ante una falta de emprendedores entre las nuevas generaciones?

Desde nuestra experiencia con los estudiantes, pensamos que existe talento emprendedor latente entre los jóvenes, sólo que este talento es diferente y no fácilmente identificable desde una mirada clásica. En realidad, nos encontramos ante un momento de cambio generacional. Boschma reconoce este nuevo paradigma como la “Generación Einstein”. Una generación con grandes diferencias respecto a las generaciones anteriores. Personas con una relación natural con la tecnología, con una visión sobre el trabajo diferente a la de sus predecesores y que se sienten más cómodos viviendo en el cambio. En definitiva, una generación de emprendedores más rápida, más inteligente y más sociable, que desde nuestro punto de vista concuerda muy bien con el nuevo perfil de liderazgo promulgado por Urrutia y Arizkorreta.

Entonces, si los jóvenes poseen un talento emprendedor latente, ¿por qué ese talento no cristaliza en comportamiento emprendedor?

Desde nuestro punto de vista, la razón principal es que el sistema de apoyo al proceso emprendedor no es eficiente (como dice Larrea), y esto es consecuencia de que, en su conjunto, el apoyo al proceso emprendedor está más enfocado al acompañamiento de proyectos que al empoderamiento del propio emprendedor. Hecho que resulta aún más obvio en edad escolar y universitaria donde la componente formativa juega un papel más relevante en tanto que el emprendedor se está formando principalmente como persona.

A estas edades, trabajar en el fomento del comportamiento emprendedor significa centrarse en conseguir que los estudiantes Quieran y se Sientan Capaces de implicarse en el proceso emprendedor: si en el planteamiento de Goirigolzarri al abrir el debate pone el énfasis en cómo hacer posible que quien quiera, pueda, en nuestro caso nos referimos a ampliar el debate en torno a cómo conseguir que haya personas que quieran.

Por todo lo anterior creemos firmemente en que el verdadero reto de la universidad en su papel de agente de apoyo al proceso emprendedor está en identificar en cada momento las características del talento emprendedor y generar las condiciones para que dicho talento se desarrolle. En la misma línea, la búsqueda de eficiencia en el apoyo al emprendizaje se materializaría, en el caso de la universidad, en la relación existente entre los recursos empleados y los resultados obtenidos en la transformación personal que propicia. Exijamos a cada agente implicado según lo que realmente esperamos del mismo.

¿Qué se está haciendo ya en este ámbito?

Del contacto directo que tenemos con los estudiantes en el Proyecto iNNoVaNDiS podemos extraer que las verdaderas razones que llevan a muchos a no terminar de decidirse por dar el paso adelante y lanzarse no afloran en una primera conversación. De hecho, la falta de ideas es el argumento mayoritario y la punta del iceberg de los motivos aducidos. Sin embargo, las verdaderas razones en la mayoría de los casos están en no estar dispuestos a asumir las desventajas y el mayor nivel de riesgo que se percibe, y sobre todo no sentirse capaces de afrontar el reto.

Por tanto, riesgo y capacidad son la clave: la percepción de riesgo varía en función de la percepción de la propia capacidad y de la autoestima. Es decir, aquellos que tienen una mayor autoestima y se sienten más capaces, ante una misma situación – léase el lanzamiento de una nueva empresa – percibirán que el riesgo que conlleva es menor que quienes no se sienten preparados o no confían en sí mismos. Es por ello que en iNNoVaNDiS venimos trabajando a través de un modelo propio  (que trabaja las competencias, actitudes, valores y emociones propias del emprendedor) y metodologías de learning by doing desde la pasión. Darles las herramientas para que desarrollen competencias (conocimientos y destrezas) que les hagan ver que están preparados, trabajar sobre su autoestima empoderándoles para hacer que se sientan capaces, y desmitificar la figura del “superemprendedor” en poder de la “megaidea” como perfil imprescindible para lanzarse a la aventura emprendedora. Y todo ello combinando esfuerzo y pasión, el tandem del emprendedor. Debemos ayudarles a entender que es imprescindible apasionarse con lo que uno hace y crea. De este modo, podrán disfrutar trabajando duro y comprenderán el valor de su aportación con una visión global.

No deja de ser una vuelta a los orígenes del emprendizaje, devolviendo la responsabilidad de crear riqueza a la persona (nadie se compromete con algo que no considera de su responsabilidad, y para ello es necesario ser consciente de lo global y de encontrar sentido a lo que uno hace). Creemos que es la mejor manera de lograr ese perfil de emprendedor artesano definido por Las Indias y al que debemos aspirar en palabras de Goirigolzarri. La única manera de hacerlo es transfiriendo a través de la propia educación esa responsabilidad y visión global y centrando en la persona (y no sólo en los proyectos) nuestro esfuerzo.

En definitiva, toca mirar a la nueva generación tal como son (y darnos cuenta de que el futuro ya no es ni será como era), comenzar a apoyar al sistema educativo (y en particular a la universidad) y exigirle en base a su principal labor como agente de apoyo al proceso emprendedor: identificar a aquellos de mayor potencial latente y apoyarles en su propia transformación para que quieran cada vez con más ganas. El primer paso es aplicarnos nosotros mismos a la tarea con toneladas de ilusión. Nadie puede enseñar lo que no tiene (o es). Desde el sistema educativo queda mucho terreno por explorar y muchas vías por abrir. Y en este camino la determinación es fundamental para que este cambio necesario no quede en un mero compromiso institucional. Un camino que, incierto y apasionante, nos puede llevar al fin del mundo. Cada cual desde lo suyo, con una visión global compartida:

Txapela Buruan eta Ibili Munduan

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2 Respuestas

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