Es el último mandato de Jesús a sus discípulos después de echarles en cara su incredulidad. Nuestra cultura también es incrédula y escéptica, y nosotros, cada uno a nuestra manera participamos de ello. El resultado es el paso de la incredulidad a cierto cinismo con aires de superioridad frente al creyente religioso.Pero Jesús no nos pide una confesión de fe, sino un movimiento de salir de nuestro propio querer e interés.
Primero ir al mundo entero. Traspasar nuestras fronteras culturales, religiosas, políticas, sociales y económicas. Es en el camino de salida donde encontramos al resucitado en los otros, en los diferentes , en los gentiles.
Segundo proclamar el Evangelio. Significa proclamar, celebrar, compartir la buena noticia de Dios con nosotros. Se trata de hacerla llegar a los lugares de sombras, de muerte y de injusticia. Se trata de celebrar juntos la esperanza de que salimos de ésta.
Y tercero a toda la creación. Dios es creador de toda la creación, no sólo nosotros. Somos parte de esa enorme casa común en la que tenemos que aprender a vivir juntos con relaciones de cuidado. Esta pandemia nos está poniendo delante la importancia del verbo cuidar sobre el dominar. Dios, salva, cura, da vida, crea, cuida; pero no domina.
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