¿Pretendes vivir como hace 10 años?
Por Juan Sáinz de Medrano, iNNoVaNDeR 6G y colaborador de iNNoVaNDiS & Co.
Block chain, Internet de las cosas, coche autónomo, criptomonedas son conceptos que suelen salir a relucir en cualquier artículo, ponencia o conferencia que trate del futuro próximo, ya que supuestamente, están llamados a condicionar y marcar nuestros próximos años tanto a nivel personal como laboral. Personalmente, me cuesta imaginar mi vida dentro de 10 años y ver qué impacto tienen en mí tecnologías que muchas veces me resultan un tanto abstractas e incluso a veces complejas de entender.
Por ello, aprovechando que el mes pasado se cumplían 10 años de mi primer día en la facultad, me he permitido echar la vista atrás y analizar cómo han ido variando mis hábitos, ya sea de una manera más o menos significativa, a través del uso de nuevas tecnologías y plataformas que han surgido. Descubriendo cómo muchos de dichos hábitos tenía interiorizados como si los hubiera realizado a lo largo de toda la vida, y en realidad, son bastante recientes. Es cierto que algunas tecnologías que describiré ya existían previamente pero fue en este periodo cuando tanto yo, como mi entorno más cercano empezamos a utilizarlas.
Transcurría 2008 y la noticia del año, aparte de que España por fin ganó unos cuartos de final y una Eurocopa tras 44 años comiéndonos los mocos, fue la llegada del primer presidente negro a la casa blanca. Periodistas, analistas y políticos no cabían en su asombro de las cifras record de recaudación y la repercusión que había logrado alcanzar Obama a través de las redes sociales; una nueva forma de comunicación que distaba considerablemente de los medios tradicionales y marcaría la política en los años posteriores.
Por aquel entonces, para poder hacer los trabajos de la universidad, todavía quedábamos vía SMS, sólo algunas Blackberry utilizaban servicios de chat y Facebook todavía tardaría unos años en remplazar completamente a Tuenti añadiendo la funcionalidad de crear grupos de trabajo antes de ser reemplazado a su vez por los grupos de Whatsapp. Empezaban a asomarse Dropbox y Google drive como método de compartir información, pero todavía los USB y los tropecientos reenvíos por mail eran mayoritarios. Skype apenas tenía 5 años de vida desde el lanzamiento de su primera beta y no fue hasta el año 2011 cuando empecé a utilizarlo para contactar con los amigos que estaban de Erasmus, teniendo una calidad muy inferior a la actual.
Los viajes en Interrail de aquellos primeros años los marcaba la guía de Lonely Planet y un mapa físico hacía las veces de orientador. Extrañísimo se me hace ahora imaginarme buscar una dirección sin Google maps o consultar las miles de páginas, blogs y aplicaciones en busca de recomendaciones. Un libro y iPod o mp3 amenizaban los viajes, pudiendo elegir sólo un libro dado su peso y habiendo tenido que adquirir las canciones previamente. Pronto la Tablet pasó a integrar ambas funcionalidades, añadiendo la posibilidad de vídeo, juegos y apuntes, economizando enormemente el espacio (y el peso). Tampoco podía faltar en un viaje la cámara de fotos y la consiguiente espera posterior para compartirlas vía disco duro o USB. Pronto quedaron relegadas ante la calidad e instantaneidad de los Smartphones.
Muy diferente es también el consumo televisivo. Para la mayoría de mi entorno la televisión es un elemento muy prescindible y es impensable ver una película o serie con anuncios a una hora determinada. El consumo bajo demanda a través de descargas, plataformas de streaming o YouTube copan nuestra atención. Y tampoco podía imaginar por aquel entonces que prácticamente el 80% de mis compras las realizaría a través de Internet.
Toda esta evolución tecnológica y su consiguiente cambio en los hábitos personales también ha tenido inevitablemente consecuencias en los mercados y sectores tradicionales, eliminando algunos servicios y obligando a otros a reinventarse para tratar de sobrevivir. De este modo podemos comprobar como por ejemplo Spotify o YouTube han combatido a las discográficas; como las plataformas de servicio de streaming han terminado con los Videoclubs y puesto en peligro a los cines; el mail y las redes sociales han suplido a los correos postales; Airbnb ha supuesto una seria alternativa a los hoteles sin poseer ninguna propiedad; las redes sociales y medios digitales están extinguiendo los periódicos; las enciclopedias han quedado obsoletas y hay quien ve en Tinder y en las empresas de e-Dating una amenaza para las discotecas; y si alguno es especialmente visible y está de actualidad es la lucha del sector del taxi contra las empresas con conductores con licencia VTC, lucha en la que probablemente se estén disputando una pequeña prórroga de supervivencia, ya que el coche autónomo parece llamado a pegarle otra “estocada” al sector.
En cualquier caso, lo que queda claro es que los cambios cada vez surgen a mayor velocidad y pretender vivir y trabajar como hace 10 años parece utópico. Hay informes que sostienen que el 65% de los niños que empiezan la primaria trabajarán en empleos que todavía no existen. Esto supone un gran reto para nuestro sistema educativo y elementos como la flexibilidad y adaptación al cambio van a ser (y están siendo ya) fundamentales para sobrevivir en el mercado de trabajo. Pero consideráis que ¿son éstos, aspectos que está trabajando nuestro sistema educativo? ¿Creéis que el sistema educativo está preparado para adaptarse a los cambios tecnológicos que se nos avecinan? Dejamos la pregunta abierta, tal vez las respuestas vengan en otro post.
Thank you so much! I can start right now