12 de mayo, Lunes IV de Pascua.
Vivimos a tal velocidad en un tiempo que valora la productividad, la imagen y un modo de éxito cuyo resultado es que nos sentimos cansados, rotos y escindidos. A menudo confundimos que este modo de vida es vivir mejor, pero acabamos agotados y perdidos. La plenitud no se improvisa, se cultiva.
El Evangelio nos dice que hay caminos que destruyen y otros que abren a una vida en abundancia. La voz del verdadero guía no arrebata ni impone; no llama por nuestro nombre y nos conduce hacia espacios donde respirar y ser. La vida plena nace del encuentro con lo que es auténtico.
Podríamos parar y escuchar con atención qué voces alimentan lo que somos y cuáles solo nos desgastan. Podríamos caminar hacia lo que nos hace crecer, hacia relaciones que nos hacen crecer, hacia decisiones que suman vida. Porque lo pleno no es lo perfecto, sino lo verdadero. Feliz lunes.
