El Evangelio nos propone la imagen de una muchedumbre que busca a Jesús, lo cual me hace preguntarme quién busca a Jesús en estos días. Sabemos que hay un número importante de personas que atienden al cuidado de su vida religiosa gracias a las misas emitidas en distintos canales, a las propuestas de oración on line, a las reuniones de grupo por videoconferencia,… pero, ¿buscar a Jesús?
La primera cuestión es la propia que Jesús lanza en su prendimiento a los guardias: ¿A quién buscáis? Ellos respondieron a Jesús el Nazareno. Hoy en nuestro contexto manejamos distintos iconos de Jesús; un Jesús hippie, un Jesús que es superman, Jesús sentido de vida, un Jesús que es un maestro de valores, un Jesús hipermitificado… ¿Qué Jesús busco?
Y la segunda cuestión es ¿para qué, por qué busco a Jesús? Muchos de los que le buscaban querían al Jesús que hacía milagros, o que traería la liberación política de Palestina, o que fuera un maestro más dentro de las escuelas judías de su tiempo. Hoy las búsquedas de Jesús suelen venir en primer lugar por una inercia propia que surge de la comunidad eclesial, buscamos a Jesús por curiosidad, por alguna experiencia que hayamos podido tener, porque lo hemos pasado mal,… ¿pero para qué busco a Jesús en mi vida?
Llevamos 42 días de confinamiento y sería muy interesante darnos cuenta sobre lo que vemos y oímos para tomar conciencia de la realidad que vivimos. Desde casa toda aproximación a la realidad siempre tiene un punto de burbuja, y por eso es muy importante que examinemos cómo funcionan en nosotros estos mecanismos.
La famosa pandemia está transformando nuestra realidad de una manera hace poco inimaginable. Y nuestra contemplación de la realidad también tendrá que estar atenta a los cambios que vienen y a los cambios que nosotros mismos debemos de hacer, en esa síntesis que llamamos contemplativos en la acción.
Para ello nos inspiran mucho los discípulos de Emaús. Son dos que comienzan su camino, tristes y terminan con destino nuevo y llenos de fuerza, y para ese cambio podemos encontrar 5 momentos-herramientas:
1.- La conversación espiritual: Habla, hablar y hablar de cómo vamos experimentando la vida.
2.- Dejarnos acompañar: Jesús, sale al camino, sale a nuestro encuentro.
3.- Profundizar. Jesús les ayuda a profundizar en el significado de las Escrituras.
4.- Partir el pan. No todo es palabra, sino que hay gesto y acción eficaz: acoger, compartir la mesa, repartir el pan.
5.- Moverse (aunque sea dentro de casa): Los discípulos descubren que algo les arde en el corazón que les lleva a un nuevo sentido, horizonte de vida.
Y comprobaremos que esto que estamos viendo y oyendo toma una nueva luz. Feliz Domingo, y especialmente a quienes podáis acompañar a los más jóvenes en su primer paseo de confinamiento.
Hoy recordamos a San Marcos evangelista que en la iconografía clásica se le representa como león. Pero os invito a que nos fijemos en el rasgo de ser evangelista, es decir aquella persona que contando la vida de Jesús es portador de Buena Noticia; y sospecho que es una función que todos podemos ejercer, aunque no sea a través de un Evangelio canónico.
El mundo en el que vivimos necesita de Buena Noticia. Hoy más que nunca estamos atentos a las noticias para ver si desciende el número de fallecidos, se incrementa el número de curados y si se hacen posibles la vacuna y el tratamiento médico. Pero también estamos atentos a las personas que están solas, que están agobiadas, que se han quedado en los caminos en busca de una vida mejor, y que hoy también necesitan de buena noticia.
Marcos escribió para una comunidad relativamente pequeña, que vivía momentos de dificultad, y que sobre todo quería transmitir el relato de la vida de Jesús. Ante los profetas apocalípticos de muerte y destrucción, necesitamos de personas que sean evangelistas de esperanza, de ilusión, de comunión y sobre todo de humanidad. El mandato que sigue es el mismo que recibimos en el evangelio de hoy: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación
No encontramos la palabra multiplicación, en cambio, el evangelio concluye: “Este sí que es el Profeta que tenía que venir”. Quien considera este evangelio reconoce el lugar que le destina a Jesús. Los discípulos lo rodean, la acción converge y sale de él: ocupa el centro de esta escena. Aparentemente no es una escena dramática, pues dice “se sentaron.” Es una escena singular, sin embargo, y, entre tantas claves para desentrañarla, quisiera mirar a la más humilde, la que está a ras de suelo, la que presta su color a todo: la hierba.
El detalle se repite evangelio por evangelio: se recostaron sobre la hierba. Primero, la hierba era abundante, capaz para que cinco mil hombres se recostaran. Veo la vitalidad de sus tallos. Para la biblia, el brotar de la hierba marca el tiempo. Su frescura y color es anuncio de buen tiempo. Debía transcurrir el invierno tardío o, más seguramente, una primavera temprana. La hierba marca la conclusión del invierno, pero también apunta a lo insidioso de cualquier situación feliz: “cuando brota la hierba y produce fruto, entonces aparece también la cizaña.”[i] El texto nos dice que la Pascua y la traición se acercan.
Para la biblia, segundo, la hierba está asociada con lo pasajero. Crece rápido, todavía era confortable, pero con los primeros calores iba a agostarse enseguida. Para la biblia, la hierba es una metáfora del don gratuito: “Te hice crecer como la hierba del campo” dice el profeta Ezequiel.[ii] Y el profeta Isaías añade: “Ciertamente el pueblo es hierba… [porque] La hierba se seca y la flor se marchita; pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre.”[iii] El texto lo dice por la multitud, entonces.
Mediante la hierba Dios mantiene a las criaturas de que vive el hombre. Para la biblia, la hierba es alimento. El profeta Zacarías escribe que Dios da “pan al hombre y hierba en el campo.”[iv] La hierba significa pasto para la gacela y el asno, para el toro y los bueyes. La hierba significa riqueza para el agricultor y ganadero, por tanto. El texto lo dice por aquello que mantiene viva a la multitud.
El evangelista reelabora esta percepción en su conjunto aumentando la tensión dramática. La gloria de los reyes y de los imperios, la lealtad de los pueblos, son como la hierba, efímeros: “todo mortal es hierba, y toda gloria es como la flor del campo.”[v] La hierba tiene un significado relativo a la Pascua, al pan, a la multitud y, finalmente, a Jesús. La hierba es un argumento que nos permite volver al relato en las claves del evangelista: tiempo y Pascua (hora), alimento y palabra (pan), fidelidad de la multitud y de la del Padre (gloria).
Todavía, la comunidad creyente reelabora aún más este pasaje al ofrecérnoslo durante este tiempo litúrgico, cuando celebramos la hora culminada, el pan de vida eterna y la gloria de quien está sentado a la derecha del Padre.Un muchacho y cinco panes. Hierba y nada. Jesús aceptó aquellos discípulos y sus ilusiones; nos acepta a nosotros, frágiles y poca cosas; acepta nuestros esfuerzos, aunque nos parezcan insuficientes. Jesús tomo aquellos panes y toma hoy nuestra solidaridad, aún si es interesada. Jesús dijo la acción de gracias y, seguramente, la da hoy también.
¿Cómo contaremos a nuestros nietos lo que hemos visto y oído en este tiempo de pandemia? Hemos visto y oído muchas cosas; calles vacías, el sonido de los pájaros, el silencio de los cementerios, llorar, reír, enfadarnos, acariciar, comer, hacer ejercicio, mirar pantallas,….. Pero de estas y otras muchas cosas, ¿qué es lo que nos gustaría decir, qué es lo que nos gustaría recordar?
Hoy las lecturas nos hablan de algo parecido. Los discípulos que dan testimonio de su experiencia del resucitado, y de Jesús que da testimonio de su relación con el Padre. En este ámbito me gustaría preguntarme qué testimonio doy y que testimonio quisiera dar. Porque a veces no sé si me falta el previo, que es la experiencia, u otras no sé o no me atrevo a comunicar esa experiencia en estos tiempos descreídos para algunas cosas.
Y un último punto es el caer en la cuenta de los testimonios que recibimos. El exceso de información, las cuentas de redes que seguimos, los whatsapp que recibimos por los grupos de ¿qué, de quién nos hablan? ¿Qué imagen de la vida nos dan?
En el Evangelio de hoy se nos explica el sentido de la vida de Jesús, el amor de Dios para que tengamos vida plena. Resulta que si miramos en nuestras historias próximas también encontramos muchos ejemplos de vida conducidas por el amor, que nos inspiran y que nos han enseñado también a amar.
Amar en tiempos de pandemia suena a título de culebrón, pero es en estos momentos de crisis donde descubrimos el valor de tanto amó. Es en estos tiempos donde descubrimos como muchas personas se juegan la salud por dar salud a otras más vulnerables. Es en el confinamiento donde los lazos en las familias se han estrechado, es en estos tiempos donde valoramos la amistad de manera nueva, y es en estos también donde la solidaridad es fuente de vida.
Esto de amar puede parecer una cuestión de medida, pero descubrimos que cuando se da la vida, se da del todo, se da de manera desmedida. Hay mucha diferencia entre dar mucho y dar del todo. Lo del amor de Dios y de muchas personas parece que es amor del todo.
Es la pregunta de Nicodemo a Jesús cuando habla de nacer al Espíritu. Pero en nuestros tiempos también es una pregunta pertinente para muchas otras cosas que necesita nuestro mundo, en relación a la pandemia, la desigualdad, la atención a los vulnerables,…
Un ejemplo lo encontramos en el relato de Hechos, donde la primera comunidad que lo ponía todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Justo todo lo contrario a lógicas como las del American First, donde lo común se convierte en propio y lo que no es rival o recurso.
Nos costará darnos cuenta que si el virus nos pone en común en relación a la salud, tal vez podríamos darnos cuenta que también nos podemos poner en clave de redes de solidaridad para ayudar allí donde la humanidad sufra. La primera comunidad en ese sentido es un pequeñísimo pero a la vez potentísimo gesto que nos debiera de poner en ese camino. Un camino en el que no estamos solos, porque fue el camino de Jesús y ahora el del Espíritu que nos inspire para poder hacer que suceda esto.
El ser humano siempre busca certidumbres que le den seguridad. En estos días queremos saber ¿cuándo y cómo podremos volver a la Universidad? , si podremos salir con nuestra prole, ¿qué pasará con la economía?…. Y tradicionalmente se ha buscado esa seguridad en el ámbito religioso.
Jesús empieza a presentarnos al Espíritu, y ciertamente no lo hace muy claramente. Sería un Espíritu muy propio para estos tiempos de modernidad líquida, donde no sabríamos por dónde ni cómo viene o va. Seguir al Espíritu es superar nuestro instinto de seguridad, para que nos lleve a lugares nuevos, para lo cual debemos de ir ligeros de equipaje.
Esta situación tan especial nos puede ayudar a hacer de la necesidad virtud. Y el tiempo nuevo que viene podría ser un tiempo mucho más inspirado por el Espíritu, que como sabemos es un Espíritu de vida. Una vida que necesita ser cuidada, una vida que necesita ser acompañada y celebrada. No sé si nos atrevemos a seguir al Espíritu, pero en lugar de criticar y generar mal rollo, tal vez podríamos dejar que nos inspire un poco más.
Cuando la muerte y especialmente sus números son aterradores, nuestra mirada va más allá. Empezamos a preguntarnos con fuerza y después ¿qué? Profetas, gurús, expertos, tertulianos y demás, nos dicen que todo será distinto. Pero nada será distinto si cada uno de nosotros no es capaz de nacer de nuevo. Y para ello las lecturas nos ofrecen algunas pistas:
Jesús en medio. Necesitamos de algo que nos unifique, que sea el centro de la vida, el motor, el sentido,… Jesús lo hace poniéndose en medio de los aterrados e incrédulos discípulos, y es capaz de llenarlos de espíritu y de enviarlos a la vida de un modo nuevo.
La comunidad. Más que nunca nos damos cuenta que necesitamos de otros. Desde el personal sanitario, seguridad, transporte, alimentación,… nuestra vida depende de otros y hace que conformemos una comunidad.
Alegría de la vida. En las primeras comunidades, la experiencia del resucitado deja alegría, a pensar de las enormes dificultades. Necesitamos de esa alegría para consolar y para dar esperanza a esta sociedad que nace de nuevo
Es el último mandato de Jesús a sus discípulos después de echarles en cara su incredulidad. Nuestra cultura también es incrédula y escéptica, y nosotros, cada uno a nuestra manera participamos de ello. El resultado es el paso de la incredulidad a cierto cinismo con aires de superioridad frente al creyente religioso.Pero Jesús no nos pide una confesión de fe, sino un movimiento de salir de nuestro propio querer e interés.
Primero ir al mundo entero. Traspasar nuestras fronteras culturales, religiosas, políticas, sociales y económicas. Es en el camino de salida donde encontramos al resucitado en los otros, en los diferentes , en los gentiles.
Segundo proclamar el Evangelio. Significa proclamar, celebrar, compartir la buena noticia de Dios con nosotros. Se trata de hacerla llegar a los lugares de sombras, de muerte y de injusticia. Se trata de celebrar juntos la esperanza de que salimos de ésta.
Y tercero a toda la creación. Dios es creador de toda la creación, no sólo nosotros. Somos parte de esa enorme casa común en la que tenemos que aprender a vivir juntos con relaciones de cuidado. Esta pandemia nos está poniendo delante la importancia del verbo cuidar sobre el dominar. Dios, salva, cura, da vida, crea, cuida; pero no domina.
