La cumbre siempre seguirá ahí
Por Asun Ibañez, Directora Académica del Título Propio de Especialización en Innovación y Emprendimiento.
El 22 de febrero Deusto Alumni organizó una charla con Alberto Iñurrategi titulada “Más allá de los logros, más allá de la cima” en la que Alberto hizo un elogio del fracaso porque, en un mundo donde la competitividad es crítica, dijo que sólo se valora el éxito y eso genera miedo a intentar y fallar y, por tanto, se evita emprender y arriesgar. Sus fracasos le han servido para intentar objetivos que antes le parecían inalcanzables y aumentar su propio nivel de autoexigencia. Para Alberto, el fracaso debería ser el primer aprendizaje.
Según Alberto, la fiebre de los 8000 genera una presión que “envenena” porque, siempre que estamos pendientes de los demás, estamos bajo la presión de los resultados y nos olvidamos de lo verdaderamente importante. Nos preocupamos más de lo que vamos a contar en las redes sociales que de los principios, del ¿para qué empecé en esto?: “No sé, sólo sé que tengo que llegar a la cumbre, contaminada de la idolatría del vencedor, no importa cómo, sólo importa acumular cumbres”.
¿Cuántas veces nos pasa esto en cualquier faceta de nuestra vida? Personas “acumulando” “éxitos” profesionales y personales. Más preocupadxs por contarlos en las redes que de vivir la experiencia, más preocupadxs de conseguirlos que del camino recorrido.
Lo recogían muy bien los versos del poema sobre el viaje hacia Ítaca de Konstantínos Kaváfis: “…mas no hagas con prisas tu camino; mejor será que dure muchos años, y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, rico de cuanto habrás ganado en el camino. No has de esperar que Ítaca te enriquezca: Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.”
Alberto nos trajo las palabras de Gastón Rebuffat: “además de los deleites del ejercicio en un entorno de montaña, también está el proceso, siempre inesperado, de descubrirse a uno mismo”. Los retos no se miden por la altura. En la montaña (y en la vida) compites contra ti mismx, se trata de superar tus debilidades y seguir creciendo. Hacerlo con la mayor consciencia posible para que, aunque no alcances el objetivo, el sólo hecho de intentarlo valga la pena.
El alpinismo no consiste sólo en alcanzar una cumbre, la preparación y la propia experiencia son la máxima expresión de esta actividad deportiva. Lo mismo ocurre con nuestras vidas. No consisten sólo en alcanzar los objetivos que nos marcamos, también la preparación y la propia experiencia, el proceso, LA VIDA, con sus luces y sus sombras, no son un medio sino un fin en sí mismo.
Sobre los objetivos y la motivación para trabajar por ellos, Alberto abogaba por transformar el riesgo en un estímulo que nos anime a prepararnos más y mejor porque el reconocimiento nunca debe ser el motivo sino una inyección de fuerza que, por una parte premia y, por otra, compromete. Para Alberto el himalayismo es ilusionante y, de esa ilusión, le viene la motivación que, según él, es la clave para alcanzar los objetivos. Por tanto, hay que saber cómo despertar o sacar la ilusión que todxs llevamos dentro para poder automotivarnos.
También nos recordó que el/la compañerx de cordada y la transmisión de lo que se hizo antes que nosotrxs (aprender de lxs que tienen más experiencia que nosotrxs) son vitales en la montaña. En pocos momentos hay una dependencia tan alta del/a compañerx como en esta actividad. Hay que trabajar la confianza, el objetivo común y tener un mismo nivel de implicación. Y, por descontado, es más bonito hacer cumbre con amigxs (compartir). También ocurre así en nuestras vidas cotidianas, en casa y en el trabajo. La confianza mutua, los objetivos comunes y dar nuestro máximo nivel de implicación en el proyecto conjunto es la clave para un correcto funcionamiento de nuestros equipos de trabajo, nuestras familias, amigxs, parejas…
Eso sí, en la montaña las expediciones pequeñas son más flexibles para adaptarse a los cambios del entorno y parece que eso también se puede trasladar a nuestro día a día. Me recordaba mi compañero Josean Marín que, según el antropólogo Robin Dunbar, la cantidad de individuos que pueden relacionarse plenamente en un sistema determinado es de, aproximadamente, 150 individuos. Este valor está relacionado con el tamaño de la neocorteza cerebral y su capacidad de procesamiento. Incluso, empresas como Gore-Tex, decidieron que el número máximo de trabajadores que debían tener por fábrica era de 150 personas para ser más eficientes y eficaces.
En cuanto a la transmisión de conocimiento, lo que se hizo antes de que nosotrxs pasásemos por ese lugar (aprender de lxs que tienen más experiencia que nosotrxs), Alberto dijo que en la montaña se ha perdido en favor del uso de la tecnología. A veces tratamos de cubrir nuestra falta de talento con un despliegue de medios abrumadores cuando la sencillez, la desnudez, es mucho más interesante. Deberíamos buscar el equilibrio entre el objetivo y los medios que se emplean para alcanzarlo. A mi esto también me resonaba en nuestro devenir diario: jóvenes rodeadxs de los aparatos más avanzados tecnológicamente sin prestar atención a las historias de sus mayores, controversia sobre la memoria histórica tan necesaria para no volver a cometer los mismos errores del pasado una y otra vez, empresas que no saben cómo retener el talento y compartir el know-how…
Y, por último, una oda a la humildad que, según Alberto, es algo que se aprende muy rápido ante la inmensidad de la montaña. Cuántas veces estando sólo a unos pocos metros de hacer cumbre ha tenido que darse la vuelta… Estas renuncias le han humanizado y favorecido la autocrítica y… es que hay que ser muy humilde para saber renunciar (dejar ir). La cumbre siempre seguirá ahí, aunque hoy parezca que no va a amanecer nunca.
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[…] “La cumbre siempre seguirá ahí” publicado en INNOVANDIS · 12 ABRIL, 2018 […]