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Fake news: ¿Problema técnico o social?

Resumen de la entrevista a Miren Gutiérrez, directora del Programa “Análisis, investigación y comunicación de datos de Deusto”,  para el proyecto “Regulación de contenido en y por plataformas”*

  1. ¿Las fake news son principalmente un problema técnico o social?

Para alguien como yo, que ha estado sido periodista durante más de veinte años, las noticias falsas son simplemente mentiras. Puede haber mentiras parciales o mentiras completas; pueden incluir mensajes propagandísticos basados ​​en hechos o contenido totalmente inventado destinado a generar el caos; pueden adoptar la forma de fraude, bots maliciosos, pseudociencia, clickbaits o teorías de la conspiración… Pero estamos hablando de algo similar con diferentes formas, objetivos e impactos. Las fake news siempre han existido. Piensa en el comienzo de los diarios: en la década de los 1830, la mayoría de los periódicos tenían patrocinadores políticos y eran todo menos imparcial. El problema ahora es que la multiplicación de plataformas aumenta exponencialmente su difusión y, por lo tanto, sus efectos. Las fake news no son un problema técnico sino social.

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  1. ¿Cree que se puede poner en marcha regulación que las controle? ¿Qué tipo de regulación?

No estoy segura de cuál es la solución. Me gusta la regulación que protege los derechos de la ciudadanía; pero soy muy cauta en lo que respecta a la sobrerregulación.

Por un lado, ¿por qué deberíamos dejar este tema vital a empresas privadas cuyo principal objetivo es ganar dinero? Estas empresas no han sido elegidas en procesos democráticos; se representan solo a ellas mismas y han dicho explícitamente que no quieren convertirse en reguladoras.  Si la web está atravesando un proceso de «plataformización» y «corporatización», esta pregunta es crucial, porque no estamos hablando de unas pocas plataformas privadas, sino de la libertad de expresión en internet, que ha resistido hasta ahora a la regulación: Internet es caótico, dinámico y hasta chocante, engloba espacios abiertos que Jodi Dean ha llamado «neodemocracias», que tienen como objetivo la confrontación y la pugna. Creo que debemos preservar y cultivar esta libertad, incluso si genera ruido desagradable.

Por otro lado, la autorregulación puede funcionar relativamente bien entre los medios de comunicación. Si las plataformas de redes sociales desearan convertirse en fuentes confiables de información y análisis, podrían actuar como organizaciones periodísticas, convirtiéndose en guardianes de contenido, empleando el método periodístico (es decir, la verificación) y siendo transparentes al respecto. De hecho, algunos están probando la curación algorítmica y otros métodos para identificar y eliminar noticias falsas. La gran diferencia aquí es que los medios de comunicación difunden noticias generadas en procesos periodísticos gobernados por principios periodísticos, mientras que las plataformas son vehículos (no necesariamente neutrales) de contenido de diversa naturaleza, creado por la ciudadanía y otros agentes, algo que es diferente. Es por eso que la actual presión para regular el contenido en las plataformas debería alarmarnos.

No debemos olvidar que el objetivo principal de las corporaciones es hacer felices a sus accionistas, lo que no se traduce necesariamente en hacer felices a los usuarios/as. Los bots y las interacciones tóxicas en las plataformas mejoran sus analíticas. También es por eso que la regulación es complicada.

Este es un tema complejo que incluye no solo la divulgación sino también la recolección de datos. Por ejemplo, a menudo los usuarios tienen que firmar primero un contrato con el servicio de la plataforma. Estos contratos son deliberadamente incomprensibles y excesivamente largos, y los/as usuarios/as con frecuencia terminan firmándolos sin leer con cuidado la letra pequeña. Las plataformas no son ni medios de comunicación ni canales desinteresados ​​para contenidos ciudadanos.

  1. ¿Cuáles son los principales riesgos asociados con la regulación del contenido en las plataformas?

El principal riesgo es sobrerregular, censurar contenido, enjuiciar a las personas por crear contenidos y restringir la libertad de prensa y otros derechos, así como desencadenar la autocensura. Ya existe una larga lista de acciones que son legales offline e ilegales online.

Internet hace que la creación, difusión y exhibición de contenido sea difícil de controlar por parte de los gobiernos, por lo que se ha puesto énfasis en perseguir la «posesión» de contenido. Pero la penalización de la posesión de contenido se ha llevado a extremos, como el caso en el Reino Unido de Samina Malik, que fue sentenciada en 2009 a nueve meses de prisión por recopilar poemas y textos yihadistas, que, de todos modos, estaban disponibles online. Casos como este abundan y nos plantean preguntas complejas.

  1. ¿Cómo crees que la ciudadanía puede participar en el debate y contribuir a resolver el problema?

Debe participar, debe ser consultada y debe contribuir a resolver el problema. Por ejemplo, las experiencias ciudadanas de verificación de hechos se ha multiplicado últimamente. El número de factcheckers en todo el mundo se ha más que triplicado en los últimos cuatro años, de 44 a 149 desde 2014 (un aumento del 239%). La mayoría de los esfuerzos de verificación están en los EE. UU. (47 del total), donde las fake news se han desenfrenado.

Aunque muchas de estas experiencias están vinculadas a medios de información, otras están afiliadas a universidades, grupos de expertos/as e iniciativas dirigidas por ciudadanos/as, lo que indica que la ciudadanía ya está participando en la solución del problema. Además debería estar más involucrada en la toma de decisiones sobre este tema.

Dan Gillmor, con quien generalmente coincido, acaba de publicar un artículo en el que habla precisamente de esto. Dice que las plataformas no deberían ser “la policía de los contenidos” en internet. “¿Por qué hay tanta gente que pide que sean el equivalente a editores de internet? ¿Por qué la gente supone que la solución está en las políticas corporativas y en las decisiones de los/as programadores/as dentro de organizaciones excesivamente centralizadas? Si se desea que la censura sea la regla, no la excepción, esa es una forma de obtenerla”. Gillmor dice que a las plataformas se les debería exigir que 1) permitan que los/as usuarios/as eliminen todo lo que las empresas han recopilado sobre ellos/as; 2) hagan que todos los datos, incluidas las conversaciones, sean «portátiles» de manera que las plataformas competidoras puedan atraer a la gente hacia otros servicios (especialmente aquellos que hacen de la privacidad una característica); 3) limiten lo que pueden hacer con los datos que recopilan; 4) ofrezcan dashboards fáciles de usar que brinden a los/as usuarios/as un control granular de su privacidad y la configuración del uso compartido de datos; y 5) divulguen todo lo que hacen “en un lenguaje simple que incluso un presidente de EEUU pueda entender”.

  1. ¿Cuál es el papel del sector del periodismo en relación con la controversia sobre las noticias falsas?

Tomando prestado de The Elements of Journalism, de Bill Kovach y Tom Rosenstiel, el periodismo debe buscar la verdad implacablemente, esforzándose por poner el interés público por encima de otros intereses, empleando la disciplina de la verificación de manera independiente. Es más necesario que nunca. Cuando aborda las fake news, el periodismo también debe instigar e inspirar un debate sobre el papel de los periodistas, así como el de las plataformas, la ciudadanía, la regulación y la gobernanza de internet.

Además, debería participar activamente en la lucha contra las fake news. Muchas iniciativas de verificación de hechos han surgido en medios de comunicación… Politifact es un ejemplo. Fue creado por Tampa Bay Times, un periódico de Florida, en 2007 (y recientemente adquirido por el Instituto Poynter, una escuela para periodistas sin fines de lucro). El papel del periodismo en esta controversia nunca ha sido tan relevante.

  1. ¿Cómo complementa esta función el papel de otros actores (gobierno, plataformas, sociedad civil)?

Estos actores tienen sus propios espacios de responsabilidad y acción. Los gobiernos deberían regular a favor de la ciudadanía. El periodismo debería estar haciendo su trabajo. Las plataformas deberían ser transparentes sobre sus prácticas y modelos de negocio. Y la sociedad civil debería estar atenta y activa.

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